sábado, 26 de febrero de 2011

HEDWIG AND THE ANGRY INCH: GLAM EN ESTADO PURO






Hedwig and the Angry Inch es un musical de 1998, que fue convertido en película en el año 2001. Trata sobre la búsqueda del amor por parte de Hedwig, la cantante transexual de una banda de Glam rock. John Cameron Mitchell escribió el guión de la obra y fue también el director y actor principal de la película. La música y las letras de las canciones las hizo Stephen Trask.

El título hace referencia a la desastrosa operación de reasignación de sexo a la que fue sometida Hedwig, que la deja no con una estructura genital nítidamente femenina o masculina, sino con una "pulgada" disfuncional de carne entre las piernas.

Hedwig and the Angry Inch, adaptación del célebre musical rock del off Broadway (circuito teatral alternativo en la periferia de Broadway), es la historia de una cantante de rock «mundialmente desconocida» y sus esfuerzos por alcanzar el estrellato y encontrar el amor. Hedwig nació varón, un chico llamado Hansel que soñaba con encontrar su otra mitad, pero de mala gana se sometió a una operación de cambio de sexo que le permitió casarse con un soldado americano y alcanzar la libertad al otro lado del muro de Berlín. La operación salió mal y Hedwig se quedó con esa “pulgada irritada” (“angry inch”) que da nombre a la película. Abandonada y divorciada en un parque de caravanas de Kansas, Hedwig decide formar un grupo de rock y conoce al joven Tommy Gnosis, que se convierte en su amante y protegido antes de abandonarla, robarle sus canciones y triunfar por todo lo alto como estrella del rock. Acompañada de su grupo paneslavo, “The Angry Inch”, Hedwig, afligida pero divertida, sigue a Tommy en su gira de masas, tocando en restaurantes medio vacíos ante clientes desconcertados y unos cuantos fans incondicionales.

LA HISTORIA
© 2000 New Line Cinema

Hedwig era un chico llamado Hansel. Se crió con su madre en la Alemania oriental comunista y se pasaba el rato con la cabeza metida en el horno, escuchando Radio American Forces. La madre de Hansel, una mujer dura que da clases de escultura a personas con miembros amputados, cuenta a su hijo de seis años, al mandarlo a la cama, una historia sobre el origen del amor. La historia está basada en un relato de Platón, que decía que al principio la gente tenía dos pares de brazos, dos pares de piernas y dos caras que surgían de una sola cabeza. Como a los dioses les inquietaba el poder de los humanos, Zeus partió a los hombres en dos y les condenó a vagar por la tierra suspirando por su mitad perdida. A partir de ese día, Hansel decide lanzarse a la búsqueda de su otra mitad. Años después, conoce a un encandilador soldado americano llamado Luther, que le dice que le quiere y que quiere casarse con él y llevárselo al otro lado del muro, a la tierra de la libertad. Pero hay un problema: si quiere casarse, Hansel tiene que someterse a una operación de cambio de sexo. A instancias de su madre, se decide a hacerlo, pero la operación sale mal, como nos cuenta la canción “Angry Inch” (“La pulgada irritada”). Hansel se convierte en Hedwig.

Unos años después, encontramos a Hedwig viviendo en un remolque, en Junction City, Kansas. Luther la ha abandonado por otro hombre y Hedwig siente que su vida se ha acabado. Armada de una peluca, decide agarrarse a aquello que siempre ha amado -la música americana- y funda un grupo de rock con unas cuantas mujeres de militares. Sobrevive haciendo de canguro y otros trabajos sueltos -«en general, el tipo de trabajo que se suele conocer como mamada»- y no tarda en conocer a un chico de 17 años llamado Tommy, que se convierte en su amante y protegido. Le enseña todo los secretos de la música rock y le pone un nombre artístico, Tommy Gnosis. Tommy acaba abandonándola, le roba sus canciones y se convierte en una gran estrella del rock.

Hedwig, decidida a obtener el reconocimiento que se merece, acude a la prensa con su historia. Tommy asegura no conocerla de nada. Mientras la noticia sale en la portada de un periódico sensacionalista nacional, Hedwig y su grupo, The Angry Inch, salen de gira. Como estrategia publicitaria, su agente, Phyllis Stein, les ha organizado actuaciones en todas las ciudades donde va parando Tommy. Tommy actúa en estadios, pero Hedwig y su banda de marginados de Europa Oriental tocan en los restaurantes Bilgewater’s, una cadena de marisquerías de centro comercial.

Por medio de monólogos, chistes y canciones como “Tear Me Down”, “Angry Inch”, “Sugar Daddy”, “The Origin of Love” y “Wig in a Box”, Hedwig cuenta la historia de su vida a los pasmados comensales.

La vida en la carretera no es fácil. No les sobra el dinero: todos los miembros del grupo se apiñan en una sola habitación de un hotel de carretera. Un día, el grupo está haciendo la colada y Yitzhak, marido de Hedwig y vocalista de refuerzo en la banda, ve un anuncio de casting para su musical favorito, “Rent”. Están buscando a alguien que haga de drag queen portorriqueña cuando la obra se exhiba en un crucero por la Polinesia. Yitzhak decide presentarse al casting.

Cada vez más aislada del grupo, Hedwig contacta inesperadamente con Tommy. Su encuentro se ve interrumpido por un accidente que convierte a Hedwig en una celebridad nacional. Durante su presentación en Nueva York, Hedwig vive un conflicto interno entre ella misma y su otra mitad. En el curso del gran final de su recital (un ciclo de cuatro canciones: “Hedwig’s Lament”, “Exquisite Corpse”, “Wicked Little Town” y “Midnight Radio”), Hedwig se enfrenta a sus demonios y empieza a pensar en sí misma como una persona completa, y no como una simple fracción.

SOBRE LA PRODUCCIÓN
© 2000 New Line Cinema

No hay duda de que John Cameron Mitchell y Stephen Trask, creadores del musical más imaginativo que la ciudad de Nueva York ha visto en años, tenían un desafío entre manos. El musical “Hedwig and the Angry Inch” había triunfado por todo lo alto en el circuito del off-Broadway, donde había encandilado tanto a la crítica como al público. Tras ver este montaje tan innovador y revolucionario, los espectadores se quedaban con ganas de más. Ese “más” se tradujo en un CD de larga duración y numerosas ofertas de los estudios de cine para llevar a “Hedwig” a la gran pantalla.

Los caminos de John Cameron Mitchell y Stephen Trask se cruzaron por primera vez a bordo de un avión, donde empezaron a hablar después de decidir que no les apetecía ver la película que se proyectaba. Hablaron de sus carreras, la de John en el teatro y la de Stephen en el mundo de la música, y de lo mucho que admiraban sus respectivas esferas. Después de este primero encuentro, ambos empezaron a pasar tiempo juntos y no tardaron en darse cuenta de que tenían un sueño en común. «Fue como lo que se cuenta de la gente que crea grupos musicales, sólo que lo que nosotros estábamos creando era una obra de teatro. Él venía a mí casa o yo iba a la suya. Simplemente, dos personas con intereses comunes, que hablan de las cosas que les gustan y que después empiezan a trabajar en un proyecto y a animarse mutuamente y a tirar el uno del otro», cuenta Trask.

De aquella colaboración nació una «estilista musical mundialmente desconocida» llamada Hedwig. John escribió las canciones e hizo el papel de Hedwig, mientras que Stephen se encargó de componer las canciones y de dar vida al líder del grupo de Hedwig, Skszp. El grupo de Stephen, “Cheater”, también entró en el proyecto y “Hedwig and the Angry Inch” se presentó en Nueva York en la noche del travestismo punk rock celebrada en un club de rock del Soho. Casi inmediatamente se formó una bolsa de admiradores que obligó a buscar un local más amplio. Cuando Mitchell y Trask trasladaron su producción a un teatro del off Broadway, en la zona del West Village, la obra se puso en boca de toda la ciudad. La platea se llenó de rostros conocidos. Sus participantes actuaron en los programas de televisión “Late Night with David Letterman”, “The Rosie O’Donnell Show”, y en la cadena Mtv, aparecieron en la portada del “Time Out New York” y fueron objeto de calurosos reportajes en las revistas “Time”, “Rolling Stone” y “Spin”. John y Stephen recibieron propuestas de todos los rincones del mundo para llevar allí su espectáculo. Hasta la fecha, el musical se ha llevado a Los Angeles, Seattle, Boston, Kansas City, Colonia, Londres, Manila, Islandia y está previsto su estreno en San Francisco, Londres, Toronto y Berlín. En Estados Unidos empiezan a surgir versiones locales en pequeñas poblaciones de todo el territorio nacional.

A la gente de Killer Films les encantó el espectáculo cuando lo vieron. La productora Katie Roumel recuerda que «fue a verla toda la empresa y estábamos todos muy impactados con ella. Era una obra densísima. Gran parte de los diálogos y de los chistes tenían doble intención o hacían alusión a algo, y John ofreció una interpretación increíble y fascinante. Era una obra muy divertida, pero al mismo tiempo muy desgarradora y muy inteligente». La productora Christine Vachon, que fundó Killer Films junto a Pamela Koffler y ha producido varios éxitos de crítica inspirados en la cultura popular (Yo disparé a Andy Warhol, Safe, Velvet Goldmine), se dio cuenta de que “Hedwig and the Angry Inch” tenía que pasar a la gran pantalla. «Vi que había posibilidades de llevarlo a un público más amplio. Porque ¿qué es una gran película? Es una gran historia bien contada. Lo que vi fue una línea argumental buenísima que podía transmitirse aún mejor desde la pantalla que desde el escenario», afirma Vachon. La productora Killer Films, que también ha producido Happiness, de Todd Solondz, y la oscarizada Boys don’t Cry, de Kimberly Peirce, es conocida por su disposición a apostar por directores noveles y proyectos arriesgados con fuerte potencial polémico. «Trabajar con directores primerizos es muy interesante. Debido a su falta de experiencia, no perciben las limitaciones. Si sabes cuáles son los problemas y qué es lo que tienes que temer, no te abres como lo harías cuando te adentras en un territorio que no conocías de antemano. Creo que a Killer Films se le da muy bien lo de respaldar a los directores, les ofrecemos nuestra experiencia sin interferir en su visión», afirma la productora Pamela Koffler.

En Killer Films nadie dudó por un instante que el director de la película tenía que ser Mitchell. «Está claro que John es el tipo de director primerizo que encaja en nuestra productora. Él creó este personaje, conocía la historia íntimamente y estaba bien preparado. En muchos sentidos, para nosotros era el perfecto director novel», afirma Koffler. «John es Hedwig, conoce íntimamente al personaje y el material y era evidente que sería un director estupendo», apostilla Vachon.

Según Mitchell, Killer Films y “Hedwig and the Angry Inch” estaban hechos el uno para el otro. «Killer ha hecho algunas de las películas más interesantes de los últimos diez años. Su estilo de trabajo es muy práctico. Piensan igual que yo. No se andan con tonterías, no hay tiempo para ello, “porque no tenemos dinero”», afirma Mitchell. «Las tonterías sólo son para gente que tiene tiempo y dinero para pagarlas», añade Mitchell riendo.

“Hedwig and the Angry Inch” nació espontáneamente de la unión creativa de Mitchell y Trask. Mitchell lo explica así: «Ya estaba aburrido de aparecer de invitado en series de televisión y quería escribir un espectáculo para un solo actor que tuviera música rock. Tenía algunas ideas autobiográficas, unos cuantos personajes y un mito del “Simposio” de Platón. Entonces conocí a Stephen, que es un compositor fabuloso. Cogió el mito y escribió la canción “The Origin of Love”». El proyecto dio un giro un tanto extraño cuando Trask animó a Mitchell a perfeccionar uno de los personajes secundarios, que estaba inspirado en una mujer que había conocido Mitchell. «Era la canguro de mi hermano, que entonces era un bebé. Era alemana y estaba divorciada de un soldado americano. Se hizo amiga mía y de mi amiga Brenda. Entonces teníamos catorce años y vivíamos en Kansas. Íbamos a su caravana y deleitábamos sus oídos con interpretaciones escenografiadas de canciones pop como “Copacabana” y “Lyin’ Eyes”; ella se reía y nos invitaba a cerveza», cuenta Mitchell riendo. «Se veía con muchos hombres y yo no entendía por qué tenía tanto éxito, porque no era excesivamente atractiva, aunque tenía cierta elegancia. Años después, Brenda me lo explicó: “Era prostituta”». Cuando Trask conoció esta historia, sugirió transformar al personaje en cantante de night club, una eterna aspirante a estrella que tocó con un rockero muy conocido cuando éste era adolescente. Empezaron a probar el personaje en un local de drag queens en el que Trask era director musical, y el personaje causó sensación y se convirtió en la estrella del espectáculo.

Aunque “Hedwig and the Angry Inch” no es una historia autobiográfica, el personaje comparte muchas cosas con sus creadores. «Yo, de niño, estaba siempre de un lado para otro», cuenta Mitchell. «Era hijo de militar y nos trasladábamos casi una vez al año. Mi padre estuvo al mando de las fuerzas que controlaban el Berlín ocupado. Eso me dejó una sensación de desarraigo y desorientación, como si me hubiera pasado toda mi vida de gira.”Hedwig” es una especie de bálsamo para esa sensación de desarraigo, de falta de hogar. Y además, es una excusa para hacer de cantante de rock y de travestido», dice sonriendo. «Antes de Hedwig nunca me había vestido de mujer». A Trask, “Hedwig” también le sirvió para recrear sus experiencias musicales. «Yo di a Hedwig su faceta de músico anónimo», ríe Trask. «Eso de que siempre busque inspiración en el rock and roll, aunque las cosas no le vayan bien. Ya saben, el triste músico anónimo que cree en la música y sigue luchando».

Mitchell siempre había visto a Hedwig como un personaje de celuloide. «Cuando empecé a escribirlo para los escenarios, en realidad lo veía más en términos cinematográficos. Se me ocurrían chistes y cortes visuales. Y pensaba: “Qué fácil sería si pudiéramos mostrar una simple imagen, ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras”, afirma Mitchell. Ahora se da cuenta de que, a la larga, el esfuerzo de traducir las imágenes a prosa teatral resultó beneficioso para el guión. «El trabajo de recrear imágenes por medio de palabras me obligó a afinar las palabras. Me pasé años trabajando en ellas, puliéndolas, pero ahora puedo volver a las imágenes originales e ir desbrozando parte de la narración en off», cuenta Mitchell. «La obra estaba contada con formato de concierto de rock, y la película está contada como una gira rock. Así, la estructura de la película es una gira mezclada con flashbacks. La obra consistía en hablar al público y contar historias de memoria», explica. «La película muestra lo que en la obra sólo se podía introducir por medio de alusiones, lo que incluye a personajes como Phyllis Stein, la manager entusiasta, y Tommy Gnosis, el cantante famoso. «La película elimina el placer de actuar ante el público en directo, pero por otro lado llega allí donde la obra nunca podría haber llegado», resume Mitchell.

Cuando se les pide que clasifiquen Hedwig and the Angry Inch según la jerga hollywoodense, la mayoría de la gente se ve impotente. «Es muy difícil de explicar», dice Mitchell. «¿Es una cosa de época al estilo Merchant-Ivory? ¿Un drama de acción? ¿Una comedia romántica? ¿Un thriller romántico? Es una película que escapa a toda descripción, y eso es precisamente lo que la acerca un poco más a mi corazón, y también al de la gente que la aprecia». Sin embargo, si se le insiste, Mitchell te dirá que a veces habla de ella como «un musical rock neo-glam post-punk». O, más exactamente, «un personaje que se lanza a averiguar quién es él o ella y lo que eso significa. Sí, creo que es una odisea, ése es la mejor forma de describirla», reconoce por fin.

A Mitchell y a Trask les parecía fundamental conservar el directo musical que caracteriza a la versión teatral. «Stephen y yo coincidimos en la idea de que si en una película se ofrecen canciones punk dobladas, los espectadores no se implican. Se nota enseguida que no es real. En películas como Nashville y otras de Altman, donde hay mucha música en directo, uno se deja llevar más, no siente un muro que le separe de la persona que está cantando», declara Mitchell. Como sucede en la obra, las canciones del filme son los vehículos de que se sirve Hedwig para explicar cómo ha llegado a ser quien es. «Los monólogos sirven para concretar el significado de las canciones», explica Trask. Katie Roumel, productora de Killer Films, añade lo siguiente: «La música del espectáculo del off-Broadway era buenísima y la gente no dejaba de comentar que todas las canciones habían sido un éxito».

Para llevar las canciones de Hedwig a la pantalla, Trask mezcló su score con unas cuantas canciones nuevas. Formó un grupo que incluía al conocido rockero alternativo Bob Mould (Husker Du, Sugar) y también a Theodore Liscinski en el bajo y a Perry James en la batería. Los dos actuaron en dos versiones distintas del espectáculo en directo. «Tener la oportunidad de grabar de nuevo un mismo álbum es algo extraordinario. Te da ocasión de pulir todo lo que no te gustaba la primera vez. Me interesaba mucho producir las canciones de Hedwig de forma que transmitieran por completo el espíritu del directo en la obra, que es un directo muy estentóreo y emotivo, un auténtico espectáculo», cuenta Trask. Para que no se perdiera esa sensación, las canciones se interpretaron en directo en el plató. Trask también se ocupó de grabar canciones nuevas y una partitura instrumental, con ayuda del grupo alternativo Girls Against Boys y una pieza interpretada por el cantante folk Dar Williams.

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Con el colchón proporcionado por Killer Films, Mitchell pudo concentrarse en seleccionar el reparto. «Esta película no estaba supeditada a unos actores determinados. Los productores y los ejecutivos respaldaron todas nuestras decisiones a este respecto. Esta película no se basa en estrellas, se basa en unos personajes, en una historia y en las canciones de Stephen», afirma Mitchell.

Con el respaldo de Killer Films, Mitchell y Trask pudieron reclutar a algunos de los actores que habían trabajado en la versión teatral y también unas cuantas caras nuevas. Cuando le llegó el turno al marido de Hedwig, Yitzhak, un personaje muy complicado que quiere ser drag queen, Mitchell y Trask comprendieron de inmediato que la única elección posible era Miriam Shor. «Ella había hecho un casting para la versión de prueba y entonces ya comprendimos que tenía que hacerlo ella», recuerda Mitchell. Trask está de acuerdo. «Tiene mucho talento. La intensidad que aportó al personaje en el teatro nos obligaba a ampliar el papel en la versión cinematográfica. Miriam es una joya». Mitchell se explica: «Miriam protagoniza una subtrama pequeña, pero importante. Yo soy un actor que hace de una persona que se ve obligada a convertirse en mujer, y ella es una actriz que hace de un hombre que quiere ser drag queen. A Hedwig todo el mundo la trata mal, y ella trata mal a Yitzhak, y Yitzhak se distancia e intenta escapar. El viaje de Yitzhak forma parte intrínseca del viaje de Hedwig en busca de sí misma». «Yo soy como la sombra que sigue a Hedwig y que la acompaña en su viaje todo el tiempo», explica Shor. «Es un viaje para encontrarse a sí misma, para amarse a sí misma, para salvarse a sí misma, en esencia. Puede que suene a tópico, pero Hedwig no tiene absolutamente nada de tópica».

Uno de los aspectos más notables del montaje teatral fue la reacción del público. La conmoción que causaba en los espectadores. «Aquí entra la gente más insospechada», recuerda Shor. «Ves a un señor de 79 años y dices, “Bueno, éste se va en cuanto termine el primer número”, y resulta que se queda y aplaude, y llora, y luego vuelve otra vez. Y tú te preguntas: “¿Cómo puede ser posible?” ¡Es increíble!”».

A los no iniciados les parecerá extraño y rocambolesco que haya tantas personas, varios cientos de Headheads (fans acérrimos de “Hedwig and the Angry Inch”) entre ellas, que se identifiquen hasta ese punto con la historia de un transexual de la Europa oriental que quiere encontrar a su otra mitad. «Es un personaje muy traído por los pelos, y le pasan cosas rarísimas, pero resulta que su historia es tan humana que la gente se identifica con ella», comenta Trask. La búsqueda de la otra mitad del propio yo, la búsqueda de aquello que le completa a uno, de la conformidad con uno mismo, la búsqueda de algo parecido a la paz interior o la aceptación del yo no es sólo una experiencia personal, es una experiencia universal. Es algo que puede llegar al corazón de cualquier persona, sea cual sea su sexo, raza, religión o entorno. Es algo que traspasa fronteras y barreras y que hasta puede tender puentes. Es algo con lo que todos nos identificamos. Esta inquietud de Hedwig también se extiende a Phyllis, a Yitzhak y a los demás miembros del grupo. «Todo lo que hace Hedwig tiene por objeto completarse a sí misma», explica Mitchell. «Y creo que todos los personajes de su grupo también piensan que algo falta en sus vidas; una esposa, un amante, un dios, la realización musical. Todo el mundo busca algo, todo el mundo intenta completar su todo, incluida Hedwig, por supuesto, y también Tommy Gnosis. Al final, Tommy es quien da a Hedwig las claves necesarias para pasar la página, para comprender que ella es un todo en sí misma, de una forma que ella jamás se hubiera imaginado».

Miriam Shor, que hace el papel de Yitzhak, y Theodore Liscinski, que hace el papel del guitarrista, Jacek, también participaron en la versión teatral. Sin embargo, para otros miembros de la banda tuvieron que buscar actores que pudieran desempeñar funciones de actor y de músico al mismo tiempo. «Tuve unos directores de casting maravillosos, que me encontraron a unos músicos fabulosos. Rob Campbell y Michael Aronov eran los que mejor hacían las mezclas y también los mejores actores», recuerda Mitchell. Y había más papeles que cubrir. Personajes que antes no tenían rostro, y que salieron al mundo acompañados de un buen puñado de frases. Por ejemplo, Phyllis Stein y Tommy Gnosis. Para el papel de Phyllis, la mujer de mediana de edad, manager entusiasta y “monitora” de nuestro grupo, Mitchell pensó inmediatamente en Andrea Martin. «¡Es una de mis cómicas favoritas, y en esta película la he dejado suelta!», exclama Mitchell. «¡Es una mujer increíble!».

Andrea Martin, que tiene larga experiencia en el teatro, vio la obra “Hedwig and the Angry Inch” en Nueva York y Los Angeles antes de saber nada del proyecto cinematográfico. El espectáculo la cautivó y le sorprendió lo mucho que llegó a identificarse con Hedwig y con la música de Stephen Trask. «Yo soy una madre burguesa de California. ¡Para que yo diga que me identifico con esta historia, es que hay mucho de verdad en ella! Aunque Hedwig parezca salida de otro mundo, hay algo en ella que llega a todas las personas. Ese algo se transmite en parte a través de la música. Y lo genial es que cada una de las canciones es una historia en sí misma». Riendo, Martin continúa así: «Pero tengo que reconocer que cuando vi el espectáculo mi primera reacción fue: “¡Bajad un poco el volumen! Aquí hay gente mayor. ¡Parad! ¡Hacéis demasiado ruido, por Dios!”». Luego continúa: «La música es fabulosa. Hay country, hay western, hay valses, hay rock duro, hay baladas bonitas y hay canciones humorísticas».

Cuando Martin se enteró de que la película estaba en preproducción y que estaban buscando a una actriz para el papel de Phyllis Stein, la manager a la que lo mismo le da un traje de Chanel que un concierto de rock duro, supo que quería presentarse a la prueba. «Me alisé el pelo en Los Angeles. Fue muy divertido, y luego me compré unos pantalones de cuero. Y en el vuelo a Nueva York, que duraba seis horas, no podía ni respirar, pero no me importaba. Todo por amor al arte. Y allí, mismo, en el avión, me metí en el personaje; tenía los pantalones de cuero, un top provocativo, el pelo, y pensé: “¡Sí! ¡Me muero de ganas de juntarme con esos chicos! ¡Esa banda es para mí!”, exclama la actriz. «Llegué allí, un almacén pequeño con músicos rodando por ahí, y me transformé, y me pasé dos horas y media improvisando. Cuando se fueron los chicos, John me ofreció el papel».

Comenzado el rodaje, a Martin le admiró la pericia de Mitchell en sus dos facetas, como director y como actor. «La verdad es que no me imagino este proyecto sin él dirigiéndolo. No se me ocurre otra persona para darle el tono adecuado. Es un tono muy sutil. Es un tono de comedia, pero si no hay autenticidad se puede ir de las manos», comenta Martin. «Además de tener la visión de la historia, John ha sido esta misma persona, ha vivido en el mundo de Hedwig durante mucho tiempo. Por eso, creo que dirigirla era lo más natural para él», añade la actriz.

Luego está el joven al que Hedwig se entrega por entero, el hombre que le da la espalda y la aparta de su vida, pero que se queda con sus canciones, se convierte en superestrella del rock y en la pesadilla de nuestra protagonista: Tommy Gnosis. «Creo que fue el personaje para el que más gente vi», recuerda Mitchell. «Pero Michael Pitt es Gnosis en muchos sentidos. En su vida también hay un componente parecido de rebeldía y tiene muchísimo talento, es guapísimo y es un sol. Le he amenazado con hacer de él una estrella con esta película, le guste o no», dice Mitchell riendo. Pitt, que vive en Nueva York, había visto el montaje teatral y le había encantado. «Flipé. Nunca había visto nada igual», cuenta el actor. «Luego conocí a John y le pregunté: “¿Puedo trabajar de acomodador?”, porque quería volver a ver la obra. En lo que se refiere a trabajar con Mitchell, Pitt no puede ser más efusivo. «John es buena gente. Es legal, es buena persona, tiene muchísimo talento, es un tío alucinante. Hasta ahí llega mi vocabulario», dice sonriendo. «Es alucinante».

Además de tan selecto reparto, la producción también contó con un equipo técnico realmente soberbio. Arianne Phillips, una de las figurinistas más modernas y solicitadas, diseñadora de las estrellas, se incorporó al proyecto tras leer el guión por consejo de su amiga Thérèse DePrez, la diseñadora de producción. Después de aquello, Phillips vio la versión teatral diez veces y se convirtió en Hedhead confesa. «Me encanta Hedwig. Me encanta la historia, me encanta la música y me encanta su sensibilidad, lo de enfrentarse a la adversidad y ser fiel a uno mismo. Es una obra de la que me gusta todo», cuenta Phillips. Phillips, que había trabajado en varios proyectos polémicos, pero muy apreciados por la crítica, como El escándalo de Larry Flynt e Inocencia interrumpida (Girl, Interrupted), se había prometido a sí misma que la próxima vez que trabajara con un director primerizo, éste tendría que ser también el guionista de la película. Porque así, «la visión es de una pieza, y siempre es interesante hablar con alguien que dirige su propia historia, porque es algo puro», explica Phillips. También quería trabajar en una película que se caracterizara por su visceralidad. «Me interesaba mucho hacer algo más íntimo, y no creo que haya nada más íntimo que un director que también es el guionista y el protagonista, y que además lleva dos años haciendo la versión teatral. Me atrajo mucho la idea», cuenta Phillips. Cuando llegó el momento de trabajar con Mitchell, Phillips no se sintió decepcionada. «Él capta las cosas, y a mí me parece que yo también le capto a él. Hemos tenido muchas experiencias parecidas, una estética similar, los mismos gustos y las mismas fobias. Creo que es una de las relaciones más creativas que he tenido en mi vida. Para mí, ha sido como un proyecto nacido del corazón, una experiencia realmente increíble», reconoce Phillips. Phillips no tuvo la tarea fácil. En la obra de teatro, Hedwig lleva dos trajes. En la película, cuarenta y uno. Cuatro de los miembros de la banda y Phyllis Stein llevan 16 atuendos cada uno. ¿Dónde encuentra un diseñador la inspiración para tantos modelos? Phillips siempre ha creído que «el vestuario, cuando es bueno, ayuda a explicar el personaje, a crear atmósfera y se convierte en una herramienta de trabajo para los actores». En Hedwig and the Angry Inch, Phillips encontró la inspiración directamente en las páginas del guión. «Yo, por encima de todo necesito conectar con los personajes, y el guión de John Cameron Mitchell es tan fantástico que los personajes cobraban vida ante mis ojos», insiste la diseñadora.

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Para Mitchell era importante que el vestuario de Hedwig se ajustara de forma realista a la situación del personaje. «La regla era que todo tenía que ser creíble, tanto en cuestión de interpretaciones, como de diseño, como de cámara. Esto no es Priscilla, no es Rocky Horror. Hedwig es un personaje que podría haber existido, la historia es una historia que podría haber ocurrido. Por eso, la ropa también tenía que ser creíble. Hedwig tenía que llevar ropa que pudiera entrar en su presupuesto. Como procede de Alemania Oriental, está un poco anclada en los ochenta: por ejemplo, unos vaqueros lavados a la piedra son lo más para ella. Cosas así», explica Mitchell. Phillips coincide con el director: «Para mí, el asunto consistía en crear una sensación de realidad, porque detrás de toda esta extravagancia superficial está la historia de un ser humano». Phillips recorrió todo el espectro del diseño: de la piel de conejo, el estrás y los vaqueros lavados a la piedra (uno de los atuendos que Hedwig lleva en sus espectáculos) a modelos de colecciones pasadas de diseñadores como Rifat Ozbek y Jean Paul Gaultier, pasando por compras de estilo conservador (para uno de los momentos más relajados de Hedwig) y por monos de spandex de todos los colores (Schlatko, el batería, es un rendido admirador de David Lee Roth). Pero una de las influencias más claras que se perciben en los diseños de Phillips son las pelucas. «Las pelucas son un elemento clave. Hasta hicimos un vestido de pelo, todo de pelo de arriba a abajo. Es un vestido-peluca», ríe la diseñadora. «Como pueden comprobar, John nos ha dado plena libertad para dar rienda suelta a nuestras imaginaciones y por eso ha sido tan divertido, un flujo constante de creatividad».

En la tarea de crear la imagen de Hedwig también colaboró la persona que se encargó de crear las pelucas y el maquillaje de Hedwig en la obra original, Mike Potter. «Mike y yo pasamos mucho tiempo juntos antes de la película. Incluso vino a Los Angeles y nos pasamos una semana de compras. Es la primera película en que el pelo y el maquillaje me sirven de inspiración», cuenta Phillips. «En realidad mi trabajo es una extensión del de Mike», añade la diseñadora. Para Mike, que ha diseñado más de treinta pelucas para el proyecto, llevar a Hedwig a la pantalla es un sueño hecho realidad. «En el 95 teníamos que usar papel higiénico envuelto en pelo», cuenta Potter, riendo. «No teníamos dinero. John me daba veinte pavos y me preguntaba si podía hacer una peluca. Y yo la hacía, y sabía que seguramente en el escenario se desharía, o que se le caería de la cabeza. Así era Hedwig por aquel entonces. Por eso, es evidente que con los años he aprendido mucho». Potter también recuerda que él, Phillips y Mitchell solían hablar de la imagen que debía tener cada miembro del conjunto. «Cada uno de ellos representa un tipo distinto de música rock. El personaje de Ted Liscinski, Jacek, el guitarrista, introduce la variante punk. El personaje de Michael Aronov, Schlatko, el batería, tiene pinta de fan de la banda Poison, etc. El personaje de Stephen Trask, Skszp, es Goth [otro estilo de rock], y el personaje de Rob Campbell, Krzysztof, es una especie de Gary Newman [el padre del tecno británico] de la nueva ola. Y por supuesto, la imagen del personaje de Miriam Shor, Yitzhak, es Guns’N’Roses», explica Potter.

Thérèse DePrez, la diseñadora de producción, ha creado la estética de cintas tan aclamadas como Happiness y Yo disparé a Andy Warhol. Vieja amiga de Mitchell, fue uno de los primeros profesionales que se incorporaron al proyecto. Como Phillips, DePrez confiesa ser una auténtica Hedhead: ha visto la obra siete veces. También es muy aficionada a los musicales. «Siempre he estado obsesionada con los musicales, sobre todo los musicales rock, como “Jesucristo Superstar”, “Tommy” y hasta cosas como “Spinal Tap”.Y Hedwig and the Angry Inch está tan bien escrita, es tan especial, que es la mejor», afirma DePrez. Este trabajo permitió a DePrez exprimir a fondo su creatividad: entre otras cosas, tuvo que coger un restaurante y diseñarlo para que parecieran cinco; coger un remolque astroso y convertirlo en el escenario de un concierto rock; crear una parte del Muro de Berlín y un diminuto apartamento de Alemania Oriental y, también, por supuesto, vestir a un hombre de mujer. Pero lo que le resultó más interesante fue trabajar con John. «Trabajar con John es una experiencia extraordinaria. Rodando o despachando con los técnicos mantiene siempre una calma perfecta. Nos maneja muy bien», bromea la diseñadora.

Mitchell es el primero en reconocer que él y Trask son unos privilegiados en el mundo del cine. Además de contar con colaboradores artísticos para quienes Hedwig significa tanto como para ellos, también han logrado mantenerse fieles a su visión del proyecto en todo momento. «Lo hemos disfrutado y lo hemos padecido al mismo tiempo, pero el hecho es que hemos conseguido hacerlo a nuestro modo, como nosotros queríamos. ¿Dónde se ha visto una cosa así? No tener que aceptar a determinados actores ni tener que consultar cada decisión creativa con la gente que maneja el dinero. Los poderes fácticos nos han dado toda su confianza y me siento realmente privilegiado».

Si uno habla con dichos “poderes fácticos”, te dirán que para Hedwig and the Angry Inch no había más remedio que hacerlo así. Nadie conoce a Hedwig mejor que John Cameron Mitchell, y nadie conoce la música mejor que Stephen Trask. Sólo estas dos mitades complementarias llamadas Mitchell y Trask podían llevar esta indescriptible odisea musical punk rock/neo-glam a la gran pantalla.

FICHA TECNICA:

Dirección John Cameron Mitchell
Dirección artística Nancey Pankiw
Guion John Cameron Mitchell
Stephen Trask
Música Stephen Trask
Vestuario Arianne Phillips
Reparto John Cameron Mitchell
Michael Pitt
Miriam Shor
Stephen Trask
Theodore Liscinski
Rob Campbell
Michael Aronov
Andrea Martin

(FUNTES:LABUTACA, AURUM,WIKIPEDIA)